Introducción
Este libro debe de ser leído por todas las madres de un niño especial como Jerónimo, por los padres, por los hermanos, por los educadores, y desde luego, por los médicos. El enfoque que Rosalía da, a lo que pudo ser su tragedia, trasformándola en una bendición, puede caer como un bálsamo sobre el corazón de los que sufren por tener un “niño especial”.
Ella descubre una nueva dimensión de la vida, y cuando dice: “Contigo aprenderé muchas cosas, a apreciar cada minuto y cada hora en que te tengo, a saborear tu sonrisa y guardarlas en mi mente, a pensar que las rosas no son casuales, sino que alguien dirige el deshacerse de los haces de luz en tu cabeza, el apareo de los pájaros, el sonido de la hierva que crece”; o cuando exclama : “pienso que estas destinado para nosotros, para ser el centro de nuestro hogar, el vinculo de unión irresistible, el maestro que nos enseñará a no preocuparnos por nimiedades sin sentido, el que hará frenar nuestro correr precipitado por la vida y sus realizaciones”; formula una nueva filosofía de vida, transformándola en dicha y en paz, lo que suele ser considerado como desgracia.
Moisés Arteaga Lozano
Comentarios
Ni en Tagore en la Mistral, en hombre ni en mujer, en prosa o verso he hallado lo que podría llamarse un acto de amor, una convicción tan autentica y tan llena de lo que llamamos poesía.
Yolanda Bedregal
Jerónimo, por ese hondo elemento de ternura, por la viveza y armonía de expresión como matices del estilo y por la clara inteligencia, honestidad y valentía con la que se refiere la historia, la autora consigue comunicarnos sus sentimientos de madre al enfrentar el proceso y muerte de un ser amado, su hijo.
Antonio Sacoto
No sé si Gabriela Mistral escribió alguna vez algo más bello que sus Poemas de las Madres. Leo el primer párrafo de Jerónimo de Rosalía Arteaga y me llega el eco de aquellas impresionantes páginas.
Hernán Rodríguez-Castelo
La lectura de sus poemas, cantos de amor: “lágrima de amor; pétalos de ternura; amor del más puro”, sacuden el alma y la sumergen en un mar de nostalgia....
Darío Lara
I would like to thank you very much for giving me the opportunity to read your impressive booklet about "Jeronimo". I was deeply touched by reading it. Congratulations for this great contribution to many parents who "... face a reality for which they are not prepared."
With best wishes
Martin Hilb
Sra. Arteaga
El motivo de estas letras, es para saludarla y a su vez felicitarla por un maravilloso libro que usted a escrito “Jerónimo”.
Este libro es extraordinario, lleno de sentimientos hermosos, todo aquello que se prueba cuando somos padres de un niño especial.
En sus letras se refleja todo aquello que estoy pasando, inicialmente sentimientos de angustia y dolor, y ahora superada la fase más difícil solo pruebo tanto amor, una bendición divina que Dios ha dado a mi familia con el nacimiento de Salvatore, así se llama mi bebe de 7 meses (cumple el 16 de Junio).
Gracias por ese gesto maravilloso.
Un abrazo.
Noemí Armijos de Falvo
La felicito por ese hermoso canto de amor al amor que significa Jerónimo. Creo que la fuerza con la que escribió solo puede generarla el amor. Y ese amor por amor a su hijo, le extendió a todos los niños especiales.
Jerjes Justiniano Talavera
Rector de la Universidad Nacional Ecológica
Santa Cruz de la Sierra - Bolivia
Noviembre 6 del 2010
Jerónimo
Por: Dr. Bernardo A. Julio C.
El Telégrafo mayo 6/93
En el despacho de la correspondencia habitual sorbe mi escritorio, un menudo paquete postal acapara hoy mi atención. Viene en él un pequeño libro. Perdón. No es un pequeño libro. Es un gran y grande tratado de privilegiada elevación moral. Va más allá de las pequeñas contingencias terrenas que nos afligen con el sello de lo inexorable, aquí o allá, en el mundo, ese oscuro mundo que no elimina de su vocabulario cotidiano el absurdo verbo “matar”.
Lo pone en mis manos una dulce “cuencana”, mujer que pese a su juventud camina con paso seguro por rutas de perfectibilidad y progreso profesional denodados. Ella cuenta, con la unción angélica con que un día nuestra chilena Gabriela Mistral, la rebelde del valle de Elqui, cantara a los “piececitos de niños, azulosos de frío”. Pero la autora de este vivencial crucero por la vida y la muerte es antes que escritora, madre. Y es madre la que nos participa de su don supremo de ir más allá de la muerte, para elevar una plegaria y un himno de amor fecundo por la maternidad y el triste sino de un derrotero que no anticipa desde las primeras páginas de este pequeño gran libro de reencuentro con la humanidad misma.
No hace al caso revelar la anécdota o el nudo protagónico del cuento. Por sobre él, o mejor: más allá de él, nos elevamos con los ojos abiertos y atónitos como en una vieja catedral gótica milenaria. Estamos ante un imparable acto de negación de la vida en una criatura que está condenada a dejar tempranamente su tránsito leve en torno a los grandes e insoldables caminos de la existencia. Jerónimo no vivirá. Pero de su muerte anunciada, y contra la cual la madre pugna contra el imperativo racional que le amortaja, surgirá un verbo hecho flor. No hay lágrimas ni rebeldía. No hay cansancio ni fatiga al final del camino hecho de espinas y no de rosas. Hay un canto angélico, cristalino, una fe y un compromiso para los que seguirán más allá de Jerónimo y su drama personalísimo.
Ensimismados en la lectura febril de una sola jornada -no interrumpida- quisimos compartir esa levadura crujiente y olorosa a vida que salía de cada página de “Jerónimo”, y así, sin mezquindad y sin decir de qué se trataba, lo pusimos en manos de las madres que conviven con nosotros en nuestro quehacer diplomático. Porque en verdad toda mujer es madre aunque, al igual que la gran Mistral, no los tuviera o no los haya parido de su propio vertiente todavía. Así, las funcionarias de nuestra Misión, fueron cayendo en el vértigo trascendente de la lectura de Jerónimo. Paulina, Renata, Ximena, Valentina y Elena, leyeron con la húmeda emoción indescriptible de asistir al duelo titánico de la vida y muerte del pequeño gigante llamado Jerónimo, al que la aciaga cancerbera del más allá arrebató brutalmente un día de las manos de su autentica madre, hermana y camarada.
Gracias querida Rosalía, por tu testimonio, tu coraje y su solemne legado imperecedero: tu bello Jerónimo no murió en vano.
Jerónimo
Por: Roberto Sénese Rosingana
Cuando hablamos de Jerónimo no solo nos referimos a un niño con síndrome de Down, sino, sobre todo, a un hijo y a un ángel. El libro de Rosalía Arteaga “Jerónimo” es un libro de amor, unos poemas a un hijo especial como escribe Moisés Arteaga Lozano en el prologo “Son gotas de luz; brillantes, iridiscentes; lagrimas de amor: pétalos de ternura; amor del más puro”. Un librito para sentir el amor puro de una madre, de un hijo y de una familia.
“Jerónimo, no quiero pensarte rígido sino suave, blando, dúctil a mis manos, increíblemente hermoso, vestido de azul, con los ojos brillantes, las cejas formando un arco perfecto, como un dibujo delicado, las manos extendidas y con una sonrisa amplía alegrándote la cara. Así te sé por siempre, penetrando con tu mirada los rayos de las rocas, alentándome, brindándome tu ternura de siempre”. Fragmento del Libro de Rosalía Arteaga “Jerónimo”
“Mamá y Papá: "Hoy soy su sorpresa y su dolor, el hijo no soñado, ni siquiera imaginado. Mientras crecía en tu vientre temía los sueños y proyectos que tejían para mí y que no podría realizar. Sin embargo, si al mirarme pueden ver más allá del cuadro médico, encontrarán en mí toda la belleza que sus ojos me quieran dar, y la inteligencia que su confianza haga crecer en mí.
Puedo ser un milagro de todos los días, soy capaz de sentir, de entender, de ser... Pero los necesito a mi lado con la ternura de una sonrisa cada vez que mis manitas torpes se equivoquen, con la paciencia tierna de esperar mis tiempos más lentos, con la sabiduría de guiarme sin querer transformarme, con la protección de su respeto para que los demás me respeten como soy.
Con la alegría de disfrutar el simple hecho de amarnos y compartir nuestra vida, venciendo los prejuicios y desafiando las opiniones rígidas.
Mi cuerpo es chiquito pero está lleno de amor, y si me abrazan fuerte, muy fuerte, podré darles la razón y el valor de luchar, sólo les pido la oportunidad de crecer con amor." Los amo”. (Carta de un hijo Down a sus padres).
“I`m Special” Jerónimo
Victor Hugo Mena
12-18-2001 New York
I
I Would like to be a king,
I`m a special boy,
I can do many things,
I can play with a toy.
II
I love my school,
I like to study in it,
in june I`ll get my diploma,
my job will be a hit.
III
I would like to be a queen,
I`m a special girl,
I can talk with my hands,
And answer with my eyes.
IV
I study in my classroom,
with everybody it´s good,
in my home with my mother,
and with ny dady too.
V
In my neighborhood we are,
the best superstars,
becouse we play the piano,
and a little guitar.
VI
We are special boy and girl,
we like to help each other
our teacher tought many things
and we teach aour brother.
VII
Our teacher is a mirror,
where all we can see,
the sky and the nature,
and a big blue sea.
VIII
My school is my home
my home my school,
the environment is soft,
and the breezes are cool.
IX
My mother was my angel,
she was worriwd for me,
from the heaven i can say her,
mami come to me.
X
I want to say good bye
thanks for everything
I learned to more and cry,
JERÓNIMO
Bona nit, buenas noches. Antes de llegar al final del libro que hoy me place presentarles, ya sabía que Jerónimo era un pájaro. No me pregunten porqué: simplemente lean el relato, adéntrense en el caudal de emociones que chorrea a borbotones de cada una de sus páginas, amárense de la energía formidable que desprende uno de esos niños a los que hemos dado en llamar “especiales”, un adjetivo cuya carga semántica ultrapasa las etiquetas convencionales de la discapacidad para instalarse, a través de las bellas palabras de Rosalía, en el mismísimo tuétano de los huesos, en la antesala de un corazón bombeado a partes iguales por sangre y sentimiento en estado puro.
Un lamento inútil, alguien pensará. Está en su derecho. En cualquier caso, esa persona se lo pierde. Como padre de uno de esos niños “especiales” les puedo asegurar que he vibrado intensamente con todas y cada una de las 65 páginas que conforman la peripecia vital de Rosalía , ese navegar plácido con su hijo Jerónimo sobre el mismo filo de la existencia hasta darse literalmente de bruces con el más obscuro y profundo de los abismos, el de la siempre incomprensible y definitiva muerte. Una experiencia sin lugar a dudas dolorosa e intensa, de la que Rosalía ha sabido extraer a través de esas páginas ni más ni menos que poesía, que es algo así como el canto de las almas, como captar eternamente el último rayo de sol antes de que este se sumerja definitivamente en el más bello y luminoso de los crepúsculos.
Porque, por si aún no lo sabían y como afirma su autora, “las rosas no son casuales, sino que alguien dirige el deshacerse de los haces de luz en tu cabeza, el apareo de los pájaros, el sonido de la hierba que crece”. Rosalía reivindica reiterada y vehementemente la condición de ángel de Jerónimo. No tanto la de un ángel de la guarda, como a los que nos encomendábamos de pequeños antes de irnos a la cama, sino más bien la de un ángel de ternura infinita, un ser “enviado del cielo que se sabe bien recibido aunque no pueda sentarse a tiempo o brillar en la escuela”. Porque Jerónimo goza, efectivamente, de la más grande de las bendiciones humanas, la de la “inocencia perenne”, la de “un niño delicioso, un ser apacible y bueno que conquista con su ternura”, en palabras de la propia autora.
Se calcula que el llamado Síndrome de Down se presenta, por los menos, en un caso por cada cien nacidos vivos. Recuerdo perfectamente la sensación que experimenté cuando, después de conocer el diagnóstico de mi hijo y al asistir por primera vez a unas sesiones dirigidas a padres y madres de niños con autismo, alguien me alargó la mano fríamente y me dijo algo así como:”Veo que también te ha tocado la china. Bienvenido al club”. Lejos de indignarme le contesté con la mejor de mis sonrisas, pues como dice Rosalía sabía que Lluís, como Jerónimo, como tantos y tantos niños de esos a los que, insisto, llamamos “especiales”, era un enviado del cielo, un tesoro al que debíamos cuidar por encima de todo. O, si lo preferís en otras palabras, una señal, algo que escapaba a mi compresión pero que al mismo tiempo despertaba en mi una enorme fascinación, una curiosidad sin límites que me empujaba a quererlo y a amarlo sobre todas las cosas. Comprendí entonces, como Rosalía, que era precisamente esa condición de niño “especial” la que podía hacerle eternamente feliz. Incluso más: que con el paso del tiempo, lejos de suponer una carga para mi proyecto de vida, podía tal vez, como decía el sabio y amigo Ángel Riviére, constituir mi mejor y más grande compañía.
Entiendo pues a Rosalía y comparto con ella esa pasión por su ángel particular. Cuando terminé de leer su libro me sentí muy cerca de ella, aún sin haberla visto nunca, nada más que es la pequeña foto que aparece en la contraportada. Sabía en suma que algo muy íntimo e intenso nos hermanaba, que nuestros respectivos hijos emanaban esa suerte de poder especial a la que ella alude en su historia personal. “Él es casi solo espíritu”, afirma en un momento dado, como si su envoltura de carne y hueso fuera poco más que un accidente, pues ya sabemos que los ángeles son precisamente eso, seres extraordinarios que llenan determinados momentos sin estar, aunque percibamos sin ningún género de duda que están ahí, dispuestos a liberarnos por un instante de las tenazas de la angustia y a trasportarnos a través de senderos de música hasta las mismísimas alamedas de la paz y del sosiego.
No me gustaría terminar este comentario sin hacer referencia a las aún numerosas barreras a las que tenemos que enfrentarnos los que vivimos en ese universo al que genéricamente llamamos discapacidad. A pesar de que la conciencia social ha crecido, debemos enfrentarnos aún a las peores barreras de todas, que no son otras que las mentales, aquellas para las cuales el hecho de tener en casa a uno de esos niños “especiales” es poco más que una fatalidad del destino, algo a lo que hay que resignarse y sobrellevar de la mejor manera posible. El gran logro de un libro como el que hoy presentamos es, precisamente, el de hacer una lectura diametralmente opuesta al sentir generalizado cuando el azar o los genes nos envían un ángel, un ser cuya esencia y naturaleza no es otra que la del Amor con mayúsculas.
“Veo el sol y las briznas de hierba, el rocío que gotea de los sauces y los saúcos del río que reproducen el sonido de tu risa”, nos dice Rosalía Arteaga. Y yo añado: viento, nubes, agua, elementos. Y luz. Esa luz inexplicable que proyectan sus sonrisas y que llena nuestros espacios interiores del milagro del amor haciéndonos a su vez más permeables, más transparentes y acordes a esa condición humana que tan a menudo olvidamos y que es consubstancial a nuestro ser.
Me van a permitir que termine esta presentación con un poema perteneciente a mi libro Línquilí del gel, dedicado a mi hijo Lluís, y que pertenece, como Jerónimo, a esa categoría “especial” a la que he venido aludiendo a lo largo de mi exposición. Se titula “Fascinación”, y dice así:
Cautivo de ti,
navego entre un mar
de incertidumbres.
A ratos,
estoy en la cresta de la ola;
a ratos,
en la más profunda de las simas.
Como una cáscara de nuez,
me zarandeo
entre Amor
y la Desesperanza.
Cuando el mar se encalma,
atisbo el Equilibrio.
Entonces
recojo las redes
y hago recuento:
contigo a mi vera
la captura siempre es buena.
Muchas Gracias.
Palma, 30 de noviembre del 2006
Jerónimo - 1992